Vida // Emily Kloss

Paradise no era la misma esos días, en el aire se sentía el olor a guerra, a suciedad, a muerte y desperdicio. No era ya un lugar querido por mí, el miedo, las ganas de luchar y la soberbia invadía los corazones de puros y demonios, los neutrales, estaban viéndose obligados a tomar lado. Pero yo no lo haría, por un lado estaba Jared con sus ansias de poder, esas que tanto odio y que posiblemente le llevarán a su propia destrucción, por otro lado, los justos y correctos, con ese sentido de héroe y mártir tan arraigado que detesto. Los humanos, hechiceros y demás seres estaban siendo matados, por una princesa, por una causa. Por una estúpida causa.

Y yo me vería obligada a retirarme de Dark Paradise cuando la guerra comenzase.

Rodeándome, un anillo de fuego azul quemaba el pasto, antes verde y ahora negro y chamuscado, proporcionándome el calor que tanto necesitaba puesto que las temperaturas invernales no iban precisamente bien conmigo, al frente, el lago calmo y pacífico no se había enterado de lo que pasaba en la superficie. Bajé la cabeza y alcancé a sentarme en posición india. Pretendía no ser molestada ese día, ojalá mis deseos se cumpliesen.

El fuego siguió ardiendo por un buen rato, y de la bandolera que estaba a mi lado saqué lápiz y papel, ése sería un buen momento para dibujar. El que dijo que todos los demonios son impulsivos y crueles no conoció a mi familia, tampoco a mí. No tendría la necesidad de comportarme como una verdadera demonio de vez en cuando si la gente se estuviese quieta y me dejase hacer mis cosas. Bajé la mirada a mi creación, la cara de Jared había surgido de la punta de graffitti. No podía quitármelo de la cabeza, pese a detestarlo un poquito más que a los licántropos.

Caminaba por el lago, tal como hacía todas las mañanas, deasde que había llegado a esa ciudad. La variedad de paisajes, aún no me permitía conocer todos los tesoros y riquezas de la natualeza de Dark Paradise y sus alrededores, pero sí hacía que me enamorara cada vez más del lago y de la playa.
El aire freso, rozaba en mi cara y hacía que mi cabellera volarara suavemente hacia un costado. Observé a la orilla del lago a una joven, sentada de espaldas a mí. Por su posición, parecía estar escribiendo o dibujando, pues se lograba ver el movimiento con su mano. Quizás podía charlar un rato con ella y pasar el momento, disfrutando de aquella hermosa vista, por lo que me acerqué y le toqué suavemente el hombro del brazo con el cual no dibujaba. En ese mismo instante exclamé: Hola - con una voz un poco tímida y distante, pues no era de tomar confianza enseguida.

Los rasgos de Jared comenzaban a hacerse más definidos, su cabellera castaña se veía gris por el grafito y sus ojos, profundos y malvados le miraban expectantes desde la hoja de papel. Respiré hondo y casi pude inhalar su aroma, a continuación sentí mi entereza física relajarse bajo el estado de tonto empalagamiento en que me encontraba. Abrí los ojos y volví en mí, volví a odiarle, a detestarle y a estar en desacuerdo con él y sus objetivos. Volví a ser más Ytrina y menos... cándida.

Hice que el aro de fuego se apagara, dejando sólo el círculo negro a mi alrededor, arranqué la hoja y la quemé, no vería el rostro de él en mucho tiempo, trataría de no dibujarlo, no mentalizarlo, no idolatrarlo...

-Le odias, Ytrina, le odias -me recordé en voz baja justo cuando sentí un toque en mi hombro. Mis pies volaron y estuve parada en un segundo, sosteniendo la que ahora sabía, era la mano que me había tocado ¡de nuevo el efecto de la guerra sobre mí! ¡diablos! -Hola -dije, volviendo a mi estado normal, ladeé la cabeza, curiosa, ¿quién era esa chica?

Rubia y con los ojos profundos, parecía más un ser celestial que otra cosa. Vaya, un ángel, para variar. Dijo mi subconsciente y yo asentí, sabiendo que quizás la chica pensara que había perdido la cordura.

Noté cierta rareza en aquella muchacha, cómo tomaba mi muñeca en acto de sorpresa y luego la soltaba como arrepentida. Noté como me miraba de arriba a abajo, como si aquello fuera a darle mi nombre o quizás mi vida. Algo tímida decidí hablar, para demostrar que no quería causarle ningun daño.
Soy Emily, disculpa si te asusté, no fue mi intención. - Mi sentido del olfato marcó que era una joven demoníaca, pero algo me decía que su persona no era tan mala como tal raza. Esperé a que sus ojos celestes dejaran de mirarme de forma de rayos X, pues realmente me intimidaba un poco. Quizás era que yo miraba a la gente de forma disimulada y no me gustaba que notaran que yo presenciaba sus actos.

Soy Emily, disculpa si te asusté, no fue mi intención.

Emily ¿Emily había dicho? Hace algún tiempo uno de mis congéneres le había mencionado con cierto desdén, las palabras pronunciadas por su lengua bífida llegaron a mí. Ese día mis "compañeros" habían luchado contra un puñado de ángeles en una emboscada de la que yo no necesitaba o quería formar parte, cuando volvieron, sólo la mitad se encontraba en pie y con el cuerpo entero. Recordaba que uno de ellos había nombrado a una tal Emily.

Pero, ¿qué más daba? ¡tantas Emilies que hay en el mundo! Me aclaré la garganta, había olvidado cómo hablar bien durante un rato, una situación por demás placentera si no se encuentra nadie a tu lado, pero, ahora, una "visitante" esperaba una contestación y mi curiosidad esperaba alimentarse ¿era esa Emily? ¿era otra? ¿si quiera había pasado aquel "incidente"? Tanto como si lo era como si no lo era, el problema no era mío y la chica parecía igual de sorprendida que yo.

Aparté la mirada de mi examinación exhaustiva y le tendí la mano, si íbamos a presentarnos, sería con todas las formalidades. Sonreí, de forma tan fría como siempre y abrí la boca para hablar.

-Me llamo Ytrina Moran y no, no has sido una molestia en lo absoluto -según el hilo de la recién comenzada conversación, debería haber respondido al verbo "asustado", lástima que yo no conocía del todo al miedo y en él era lo menos en lo que pensaba en ese momento.

Le correspondí la mano, tal como ella actuó anteriormente y le sonreí. Noté como dejaba de mirarme tan fría y detenidamente y escuché sus palabras resonar con una dulce y suave voz.
Sus ojos eran celestes como el hielo, bien claros y con un toque de maldad, aunque quien no sabía de su raza, podría notar que eran la perfecta expresión de dulzura. Atentamente le respondí: - Mucho gusto, Emily Kloss - terminé con una sonrisa, ya que antes no le había dicho mi apellido y ella lo había nombrado.

Su apretón fue suave pero firme. Parecía una chica cuya disposición nunca se veía doblegada y eso incrementó la ya grande curiosidad que sentía por ella. ¿Cómo era que un ángel y un demonio estaban dándose las manos? Su voz sonó cálida, a diferencia de la mía, aunque cristalina y fluida, en igualdad que la mía. Su mirada, penetrante y tal vez algo altiva estaba fija en mí, supuse que captando mis reacciones ante su presencia.

Kloss. Vaya apellido tan gracioso.

Le sonreí, relajando algo la postura de frialdad característica en mi persona, mi sentido del olfato se veía claramente ofendido por la ausencia total de aroma en aquella muchacha, lo que constataba que era ángel, pero no me dejaba ver dónde se había encontrado antes. Había llegado tarde a la repartición de poderes, no me había tocado la lectura de mentes.

¿Qué estaría haciendo ella, un ángel, en el lago? El lugar, no era ningún secreto, estaba infestado durante la noche de algunas criaturas cuyo nombre es preferible no nombrar y ella parecía tan débil, tan indefensa.

-¿Qué te trae acá, Emily? -me sentí en la libertad de preguntar-

Atentamente respondí a su curiosaidad - Pues.. me gusta caminar, me hace pensar y puedo encontrarme con la naturaleza. - dije sonriendo de lado. - ¿Y a tí? - A mi también me causaba curiosidad su presencia, además era una joven nueva en la ciudad, o por lo menos, yo no sabía de su existencia allí.
Esa ciudad se estaba llenando de gente, de diferentes razas de los submundos y cada vez, había más demonios, vampiros, ángeles y licántropos, quizás se podía pensar como una coincidencia, pero algo detrás de todo aquello, debía de haber.

Le gusta caminar. Sana y grata coincidencia, yo amo caminar. La curiosidad, reflejada en sus ojos hizo de mi sonrisa una expresión ligeramente más cálida y menos forzada por la antipatía. Aquella chica comenzaba a agradarme pese a conocerle lo mismo que hacía cinco minutos.

Fácilmente podría deducirse que ambas sentíamos tremendo interés acerca de la otra, el lago no era un lugar frecuentado por demonios y yo no estaba acostumbrada a ver ángeles.

-Me gusta pintar -dije- El lago es el único lugar que he encontrado en Paradise para concentrarme en la pintura, todos los demás ambientes están demasiado viciados para que la inspiración fluya de manera coherente -aclaré-

Mis habilidades con el dibujo dependen mucho de la empatía que tenga con el lugar y el aura que éste tenga, si en un lago, sinónimo de calma y vida no podía evitar dibujar a Jared, en la ciudad me vería obligada a dibujar los destrozos que éste causaría cuando su usurpación del poder progresase. En la ciudad dibujaría por disgusto, aquí, sólo dibujaba por imaginación y desestrés-

Escuché su dulce voz resonar en el lugar. - Tienes razón - comenté tras sus palabras. Aquel lugar era especial, tenía armonía y una especialidad en atraer a las personas, para hacerlas pensar y reflexionar y allí, expresar sus sentimientos, dejar todo el mal afuera. - El lago es muy inspirador, pacífico. Puedes encontrarte a tí mismo después de estar varios minutos sentada enfrente de él. - dije mientras observaba el agua transparente moverse a cuasa de la suave brisa que había ese día.

Volví a tomar asiento en el suelo, mientras sus palabras resonaban en mi cabeza, tan pacíficas y llenas de verdad como cuando en realidad las había pronunciado. Tomé posición india y, por acción y reacción, esperé que ella hiciese lo mismo. No me gustaba estar de pie mientras hablaba con una persona si sabía que nuestra interacción se prolongaría por un espacio de tiempo bastante amplio. La bandolera volvió a tomar lugar en el piso y mis manos se cruzaron automáticamente sobre el espacio vacío que habían dejado ambas rodillas.

-¿Qué te hace quedarte aquí conmigo? Soy un demonio -dije, con la curiosidad a flor de piel -Muchos prejuicios dicen que puedo corromperte, o, peor aún, matarte y cosas por el estilo -aclaré- Aunque, tengo la impresión de que ya sabes que no intentaré hacerte nada-

El hecho de dañar a alguien no me parecía apetecible, sino más bien abominable y ligeramente sádico. Lastimar a alguien porque sí, porque las leyes de los que están del lado equivocado lo dicen. No, no me parece. Sociabilizar, en cambio, con seres de otras razas nunca estaba de más, resultaba a veces un poco liberador. A excepción de cuando se hablaba con los brutos licántropos.

Noté su rareza al sentarse en el suelo, de forma india; algo poco casual en muchachas de la adolescencia, casi adultas. Por lo general, aquella forma la adoptaban los niños, aunque en realidad, era una muy buena posición, tanto para el cuerpo como para reflexionar y meditar, aún lo era más posible afirmar ya que el lago era un medio de reflexión muy visible. Me senté a su lado, dejando mi mochila hacia un costado, tal como estaba ella, de forma india, pero reposé mis manos sobre mis rodillas. Escuché su voz nuevamente, y sus palabras estaban muy ciertas, parecía que había razonado cada palabra, para ver si encajaba perfectamente junto a las demás.
- Bueno, es que en realidad... No me causan miedo ni los demonios ni los vampiros, sé que en el fondo de todos, hay algo de luz, por más mínimo que sea. - Opté un gesto raro en mi rostro, algo se había metido en mi nariz, empecé a sacudir la cabeza, tal como hacía una loca, pero aquella situación resultaba desesperante. Al cabo de unos segundos, logré sacar un pequeño bicho, y claramente, lo apreté contra la tierra, sin dejarle salida alguna. Ytrina no notó nada, pues se encontraba con los ojos cerrados, como si estuviera meditando, por lo que continué con aquellas cosas que decía - Y creo que lo mismo ocurre con la pizca de maldad. No todos podemos ser únicamente luz o oscuridad, tendremos mayor fortaleza sobre uno, pero no la totalidad.
Cerré mis ojos, para lograr ver algo más que aquel lago. Me imaginaba a mí, junto a mi hermana menor y mis padres, en una tarde soleada, pasando el rato todos juntos, diviertiéndonos. Aquello parecía tan lejano... Bueno, en realidad lo era.

Le sentí sentarse a mi lado, ligera como una pluma, apenas hizo ruido. También había tomado la posición en la que me encontraba, rozándome apenas el hombro izquierdo con su derecho algo sobresaliente por la postura en la que nos encontrábamos. Su mochila cayó justo a su lado, haciendo un ruido seco, bastante fuerte como para deducir que dentro habían al menos cinco artículos de considerable peso. Entonces comenzó a hablar, no le molestaban los de mi especie, así como tampoco a mí me molestaba la suya. Los ángeles eran intrigantes y serían perfectos como compañeros de no ser por su ausencia odorífera, siendo ésta característica una de las más importantes, al menos para demonios como yo, que tenemos cierta vena de rastreadores innatos.

Me apostaba el pellejo y mi aamda chaqueta de cuero que tampoco le molestaban los de su especie, a diferencia de mí que reflejo una sutil antipatía por el valemadrismo, cinismo, sadismo, entre otras cosas, propios de mis compañeros de clan y de mi raza en sí. Fue entonces cuando habló de nuevo, el conjunto más sabio de palabras que había escuchado desde que me alejé de mis padres, abandonando Rusia.

Sé que en el fondo de todos, hay algo de luz, por más mínimo que sea. Y creo que lo mismo ocurre con la pizca de maldad. No todos podemos ser únicamente luz o oscuridad, tendremos mayor fortaleza sobre uno, pero no la totalidad.

Sí. Tal vez es cierto, he visto a sádicos vampiros, demonios y licántropos, hacer actos de amor inimaginables en pro de seres que nunca imaginaríamos ayudarían, así como he visto ángeles y seres de luz actuar a favor de teorías fatalistas y destructivas para alcanzar algo que anhelan al punto de corromperse totalmente y eliminar a demás personas. Todo forma parte de un equilibrio interno donde predomina una parte, algo visto muy comúnmente en los híbridos, todas las clases de ellos. Pero, en algún punto, todas las partes surgen, en algún punto todos hacemos cosas en contra de nuestros principios y enseñanzas.

Accedí con la cabeza, demostrándole que le apoyaba en sus palabras y me limité a pensar por algunos minutos, me encontraba realmente consternada por sus palabras y ansiaba disponer de otras para responderle -Desearía que por una vez se anulara el equilibrio a favor del bien -bajé la cabeza- No deseo ver más personas morir. Es un proceso sucio, mezquino... Pero, tiene que haber un equilibrio y lo que está sucediendo, confío en que sea por la restauración de ese equilibrio-

La escuché atentamente y luego ladeé mi boca, en señal de que consideraba aquello totalmente cierto. Sus palabras eran realmente profundas, causaban una sensación extraña en mí, quizás era porque al ser un ser del mal, resultaba algo raro escuchar aquello.
Su dulce voz resonaba en mi cabeza, su decir no era para nada común; pues entonces comenté nuevamente, con una voz un poco ronca, algo dubitativa: - Cierto, aunque de tí me resulten algo raro estas palabras, no me asombra pensar que lo digas así, pero en realidad, ese equilibrio, desde mi punto de vista - hice un gesto con las manos, señalandome - creo que nunca va a lograrse. - Miré el lago nuevamente, el sol empezaba a causarnos un reflejo dorado en nuestros rostros, para mí nada molesto. Por el contrario, aquella situación me resultaba fascinante, pues me llenaba de energía.

Su voz adquirió un tono modesto cuando volvió a hablarme, también había un resquicio tembloroso y pesimista en aquella frase. Tal parece que sí existen ángeles sin esperanzas con respecto al "Bien Común" "Bien Mayor" o como quiera que se le llame en éstos días. Abrí los ojos, que había mantenido cerrados todo ese tiempo y me di cuenta de que el atardecer se acercaba, raudo y veloz sobre un carruaje dorado y naranja con algunas motas de morado. Dirigí mi mirada hacia su persona, cuya hermosura se había intensificado unas diez veces debido al efecto de la luz en sus cabellos, que parecían irradiarla, contrario al efecto causado por mis cabellos, que sólo la absorbían, dejando una bien sabida aura oscura a mi alrededor.

-Me gusta pensar de mí como una persona optimista, Emily. Y en éste mundo debemos barajar todas las posibilidades porque, algo que he aprendido es que la que menos manejas resulta casi siempre la ganadora -me reí de lo próximo que iba a salir de mi boca- Insisto en que hay de todo en la viña del Señor -enarqué una ceja- Debido a eso estamos en guerra y enfrentándonos a muerte por una "buena causa" -algo me dijo que hiciera la pregunta, esa tan delicada y directa- ¿De qué bando eres?-

Sus palabras eran tan profundas, que me gustaba escucharlas. Sus palabras estaban llenas de luz, hacían juego con el atardecer, pero ella parecía una esponja: absorbía el sol como si este fuera a hacerle daño; pero esto ocurría en todos los de su raza, no era nada raro ni particular.
Noté que abrió los ojos y giré mi cabeza para verla mientras escuchaba su opinión. La realidad disfrazada en sus palabras, se escondía de ella misma. La realidad es aquello que no queremos ver, pero que necesitamos observar para no caer, no defraudar ni equivocarnos. La realidad es todo lo que necesitamos, no podemos ilusionarnos diciendo: "No hay guerra, todo está orden", cuando esto en realidad no sucede. Si hacemos esto, pues cuando nos caigamos del globo de la felicidad e ilusión, cuando éste globo se pinche, nos chocaremos con la realidad, dejando a la vista nuestro desamparo y tristezas, por no haber visto todo aquello antes; por no querer verlo.
- No es que esté en algún bando, en este o en aquel, yo simplemente quiero el bien para todos por igual, estoy en contra de la discriminación y las diferencias sociales, pero es algo común todo esto hoy en día, y a veces, tengo mis cosas personales, como prioridades y olvido como poder curar todo aquello. - dije mirando el sol.

-Uhm -contesté y dirigí mi mirada hacia donde ella la dirigía. La misma película que hace que mi cabello absorba la luz, me permite mirar directo al sol sin quemarme o ver lucecitas una vez desvíe la mirada. Su modo de ver la guerra, a las personas y las decisiones individuales de cada uno me asombraba, producto de quinientos años pensando que los ángeles eran todo paz, amor, autocontrol, luz y bien. Sonreí cínicamente, una mueca dirigida especial y únicamente a mí y a mis suposiciones tan prejuiciosas como la vida misma, cambié mi posición, dándole el cuerpo completo al sol y quedando exactamente de frente al lago, donde el astro rey se reflejaba como en un cristal. Sonreí de nuevo -¿crees que alguna vez podremos ver eso sin pensar que tal vez sea el último que veremos o verán otras personas? -pregunté al ser de luz sitiado a mi lado, proseguí sin una respuesta de su parte- Yo no lo creo, siempre habrá alguien muriendo al otro lado del planeta, o cerca de nosotros. El ciclo de la vida es algo verdaderamente tortuoso para quienes quedamos vivos-le miré ahora a ella, despegando la vista del sol por un rato- Siempre hay un dolor, sufrimiento, alegrías y felicidades. Y casi siempre nos enfocamos en hacer surgir las primeras del baúl de los recuerdos. Creo que día a día vamos muriendo por dentro y terminamos de morirnos el día en que nuestro cuerpo asciende o desciende -mi sonrisa se tornó triste- Mi lugar es aquí, en la Tierra, mi infierno y cielo personal, tan variado como las series de televisión y las mentes de las personas liberalistas-

Pese a ser narcisista, egocéntrica y relativamente neutral, mi filosofía de la vida es verdaderamente altruista, queriendo el bien para todo el mundo en el fondo. Sí, eso acabo de descubrirlo.

Y cada vez, nos adentrabamos más a la filosofía, nos metíamos en preguntas y en saberes, en caminos de la vida. La vida. Un recorrido tan corto y largo a la vez, tan indefinido y tan a la mano del destino. El sentirse lleno de alegría y felicidad, o de tristezas y desamparo. Estos sentimientos que nos suceden a las personas, ya sean humanos o de un submundo. Todos en algún momento de nuestras vida, nos alegramos o sufrimos. Es como una ley de la vida, es un camino de la vida, es la vida propiamente dicha.
- La vida es una filosofía tan profunda, creo que nadie jamás va a lograr caracterizarla completamente; no porque es muy compleja o profunda - dije mientras estiraba las piernas, pues se me habían cansado de la posición india. Luego, seguí con el comentario: - Sino, que la vida no es una historia, por lo que entonces, tiene diferentes puntos de vista, se va a contar de muchas maneras, y nadie va a saber cuál es la correcta. - Paré de relatar mis pensamientos, dejé de mover mis labios y miré nuevamente el sol, que cada vez se ocultaba más detrás del horizonte, tras el lago. - Pero.. en realidad son todas correctas. ¿No crees? - le pregunté a ella mientras le miraba su rostro, que parecía estar escuchando atentamente mis palabras.

La vida es una filosofía tan profunda, creo que nadie jamás va a lograr caracterizarla completamente; no porque es muy compleja o profunda. Sino, que la vida no es una historia, por lo que entonces, tiene diferentes puntos de vista, se va a contar de muchas maneras, y nadie va a saber cuál es la correcta

Me quedé sin palabras para argumentar de vuelta a la mitad de lo que dijo. Nada podía ser más perfecto, conciso y exacto que eso que había dicho y yo, simplemente, no podía coincidir más. Vi cómo cambiaba de posición, mientras yo seguía en la misma, esa en la que podía durar horas, días, semanas y no cansarme. El sol estaba poniéndose rápidamente y pronto todo aquello de lo que no me escondía, comenzaría a salir. Era tiempo de volver a casa.

-Yo, eh, Emily, no quiero ser imprudente, pero no es bueno que andes por aquí en tiempos de guerra. Creo que mejor será que nos marchemos -tomé mi bandolera del piso y me levanté con un sólo movimiento, esperé que ella también se levantara y entonces comencé a correr, para detenerme unos metros más adelante- Y sí, sí creo que todas son correctas-

Reanudé mi carrera hacia el bosque, perdiendo de vista el hermoso atardecer, el lago, calmo y pacífico, al dulce ángel y a mi tranquilidad. Otro día sería el que me tocase hablar de nuevo con ella y esperaba que fuese relativamente pronto ¡tantas cosas habían quedado sin hablar!. Comencé a correr de espaldas, para poder ver los últimos rayos de luz, hasta que quedé en la completa oscuridad. El fuego me ayudaría desde allí.

Adios... - logré exclamar ante quel instante en que todo se difundió. Ella comenzó a correr, aún cuando mis piernas se levantaban lentamente. Se adentró en la oscuridad del bosque, y yo quedé allí, plasmando nuevamente mis sueños en el lago, en aquel atardecer. Tomé mi mochila, me la coloqué en el hombro y luego me quedé un rato contemplando aquella vista. Cuando el sol se ocultó completamente comencé a caminar hacia la ciudad, en completa dirección opuesta a Ytrina.

FDR: Cerrado, ¿cierto?

Cierto *-*

=)