Pérdida // James McHagan

Si te dicen salto de acantilado ¿qué es lo primero que piensas? Locura, desenfreno y mucha adrenalina ¿no es cierto?. Me había sumergido miles de veces en aquellas aguas de color aguamarina, revueltas debido al chocar de las olas contra las grandes agrupaciones de piedra que se encontraban justo abajo y mi cuerpo flotaba a la deriva entre aquella marisma llena de vida, mi cabello, totalmente seco pese al medio donde me encontraba, flotaba en todas las direcciones y caía un poco en mi cara. Pero no sentía nada. La luna estaba alta en el cielo, acompañada por las estrellas y una que otra nube, pese a ser una noche despejada. Aún no sentía nada.

Mi cara develaba que había estado rabiando un poco, las formas tensas de mis pómulos, usualmente bonachones, lo reflejaban como la luz en un espejo. Llevé una mano a la sien, y mojé mi cara con la salada y gélida agua que se encontraba bajo mi cuerpo. Me sentía en perfectas condiciones físicas, había logrado todo lo que me proponía con mis poderes y me sentía vacía. Seguía sintiéndome vacía. Tal vez me habían llegado los quinientos años de soledad de los que tantos demonios huyen, quizás me tocara un compañero de verdad y asentarme en cualquier poblado rural del este de New Hampshire. Tapé mi cara com ambas manos y un bloque de agua me elevó de nuevo hacia el saliente de tierra de donde me había lanzado.