Tomando un café (Adam)

Llego a la cafetería un poco cansada. Me he pegado una buena vuelta desde mi nueva casa hasta aquí. Me siento en la barra y pido un café. No tengo nada que hacer, y así al menos podré matar un poco el tiempo.

Veo un chico que se situa a mi lado y pide un capuchino. Le correspondo a la sonrisa que me dirije a modo de saludo. Veo que estamos solos en la cafetería, y no veo motivo por el cual no hablar.

-Hola -lo saludo-. Me llamo Lys.

Le tiendo la mano izquierda, saludándolo.

Le echo un vistazo de arriba abajo. Parece poseer un aura bastante buena. Seguramente sea un ángel, o al menos lo parece.

-¿Llevas mucho tiempo en Paradise? -le pregunto.

No sé por qué, pero me da la sensación de que todos tenemos un motivo marcado en nuestro destino para llegar aquí.

OFF: No te preocupes.

Bebo del café mientras le escucho. Me limpio los labios con la punta del dedo meñique y vuelvo los ojos a él para responderle.

-Llegué hará un mes aquí -le contesto-. Estoy buscando a mi padre.

Bajo un poco la mirada.

-Su clan lo obligó a abandonarme cuando era pequeña -le contesto-. Verás, él es un demonio, pero mi madre es una bruja y a los de su clase no les gustan los híbridos. Él no quería dejarme, y ahora que soy mayor pues... Quiero encontrarle, saber si todavía quiere conocerme.

-La verdad es que la búsqueda va de mal en peor -comento, dando vueltas con la cucharilla al café-. No he tenido ninguna pista sobre él desde que llegué aquí.

Sonrío ante su último comentario.

-Claro, entiendo lo que quieres decir. Eres un ángel, ¿verdad?

Agacho la cabeza cuando lo escucho. Lo cierto es que lleva razón. No soy completamente un demonio, pero a veces lo que puedo llegar a sentir en momentos extremos... Probablemente ese sea un buen motivo por el que no sé nada de mi padre.

-Puede que tengas razón -murmuro, un poco apenada-. Sé que todo esto es peligroso, y sin embargo... Nunca he tenido una familia de verdad, ¿sabes? Por eso insisto, aunque no haga más que dar palos de ciego.

Sonrío ante el consuelo que me ofrece. Sé que lleva razón, y sé que por muy hija de un demonio que sea es posible que ningún otro llegue a ayudarme, o incluso que simplemente quieran deshacerse de mí al instante. No les gusta que nadie meta las narices donde no le corresponde.

-Espero que tengas razón.

Me doy cuenta de que hasta el momento sólo hemos estado hablando de mí. Menuda maleducada soy...

-¿Y qué puedes decirme de ti, Adam? -pregunto.

Noto por su cara que el café se le ha quedado frío. Uno de mis poderes es lanzar bolas de fuego, pero lo controlo lo suficientemente bien para que sólo tenga que calentarme las manos. Poso los dedos sobre la taza, me concentro un poco y el café empieza a echar un débil humo otra vez. Le sonrío.

-Pero supongo que habrás visto muchas cosas en tus viajes -le digo, repitiendo la misma operación con mi café, que también se había quedado frío-. Si yo tuviera el dinero suficiente, posiblemente también me iría a recorrer el mundo.

Asiento suavemente mientras lo escucho. Es comprensible que se apene de ciertas situaciones en el mundo. Todo acaba resultando injusto y cruel. Es normal que un ser como él se halle tan sensible ante el mal que recorre el mundo.

-Tienes razón, seguro que un viaje un tanto herrante sería mucho más emocionante que una simple trayectoria de placer. -Sonrío, bromeando-. Yo toco el bajo, quizá si voy tocando en locales con algún buen grupo podríamos recorrer el mundo con lo que nos saquemos en las actuaciones.

Consulto el reloj que hay en la pared y me doy cuenta de lo tarde que se me ha hecho. Siento tener que despedirme de Adam, pero debo irme.

-Ha sido un placer hablar contigo, Adam, pero tengo que irme ya -le digo, tendiéndole la mano-. Espero que podamos volver a encontrarnos algún día.

Me despido dándole dos besos, termino de un trago mi café y salgo directamente a la calle, diciéndole adiós con la mano.